La política: ¿Será una vocación, profesión u oficio?

 La preocupación, lamentablemente, no es exclusiva del subdesarrollo, pues “los países calificados del primer mundo”, moran también en “la trilogía”, incluyendo a Estados Unidos

La política: ¿Será una vocación, profesión u oficio?
No es desacertado aseverar que provoca correr cuando caracterizamos a “los políticos de ahora”

La política es, sin duda, una actividad compleja. Se lee que para Max Weber, “las necesidades materiales de la profesional no anulan la necesidad y el deseo carismático, no solo porque se espera que gane votos y cargos, sino también, por el placer y el goce, que produce trabajar para este tipo de líder”. Y prosigue, “al jefe fuerte se le obedece con gusto, se goza, también, con la disciplina y mantiene bajo regla incluso a los parlamentarios. Pero hay sin duda un precio, que es la ‘desespiritualización’ de los seguidores, la obediencia ciega”. Y advierte, “existe un líder que se convierte en ‘indubitado’”.


A Weber se le califica como sociólogo, economista, jurista, historiador y politólogo alemán. Y Anthony Giddens, considerado “el teórico social contemporáneo más importante de Gran Bretaña”, en cuyas consideraciones se apoya el germano, deja asentado que “una cierta dosis de cesarismo” resulta inseparable del Estado moderno; un dirigente de partido debe poseer las cualidades carismáticas necesarias para adquirir y mantener la popularidad masiva que puede proporcionarle el éxito electoral. El líder “plebiscitario” puede utilizar su atractivo carismático para iniciar nuevas líneas políticas y alejarse de los procedimientos burocráticos establecidos (María Verónica Piccone, Universidad Nacional de la Plata).


“El sabio”, como merece llamarse a Weber, analiza asimismo “la política como profesión”, en cuyas páginas puntualiza: “Las condiciones bajo las cuales ella se desarrolla como actividad, concluyendo con las cualidades necesarias para el político contemporáneo”. Para ello toma como guía lo que para él ha de entenderse por “el estado moderno”, una premisa para su análisis, pues en su criterio “la política y el Estado están mutuamente referidos entre sí”. En sus determinantes acotaciones: 1. Lo que la política puede ofrecer a quien a ella se dedique (el sentimiento de poder), preguntándose cómo se puede estar a la altura de esa responsabilidad, 2. Plantea tres cualidades necesarias para el político: a) pasión, b) responsabilidad por las consecuencias de sus actuaciones y c) Sentido de la distancia respecto a sí mismo y a las cosas, que califica como “realismo”. La vanidad, arguye el académico, es el peor vicio del político.


También deja estatuido que la acción política se caracteriza, como lo revela la historia, por no haber correspondencia entre la intención y los resultados. Las acotaciones de Weber no dejan de ser de difícil comprensión, pues parten de la base de que “la política” es, o sea, “el arte y ciencia de gobernar”. Por lo que no es desacertado aseverar que provoca correr cuando caracterizamos a “los políticos de ahora”. Si a aquellos a quienes se le inflan las cuerdas vocales para vociferar majaderías, las cuales los llevan, lamentablemente, a que seamos sus súbditos.


En Venezuela, nuestro país, desde el 2021 y con seguridad mucho antes, se escribe que “una vez más, ensimismados en nuestros problemas internos, en las pequeñas luchas intestinas de liderazgo, corremos el riesgo de desaprovechar una coyuntura importante, una oportunidad relevante, en el largo camino de reconstrucción de nuestras fuerzas para el momento crucial cuando se plantee la posibilidad real de derrotar a la autocracia. 


Porque el tema de fondo, más allá de los acontecimientos de noviembre, es la debilidad del frente opositor después de dos décadas de régimen chavista. Debilidad que es resultado de múltiples factores, el más importante de los cuales ha sido, sin duda, la acción antidemocrática y represiva de la camarilla gobernante, pero en la cual han influido también los errores y omisiones cometidos por nosotros. 


Hoy estamos divididos como nunca, cooptados algunos antiguos dirigentes por el régimen, los partidos debilitados, la acción política restringida a pequeños guetos de la geografía nacional, sin potencia ni cohesión en el mensaje y, lo más importante, en un desconcierto estratégico terrible, entre bandazos que van desde la lucha pacífica y electoral, la abstención, la insurrección popular, pasando por el putchismo y delirantes amagos de invasión. 


Todo ello ha conducido a una peligrosísima desesperanza, a un sentimiento de orfandad que ha sido caldo de cultivo para incrementar la diáspora de unos y la anomia de la mayoría” (Politika – UCAB, Agosto 16, 2021). Conviene acotar que la situación no es exclusiva de Caracas, pues parte considerable del mundo gira y gira alrededor de la seriedad de Weber y Giddens y que resume acertadamente la profesora argentina María Verónica Piccone.


Un abismo entre quienes ejercen la política en América Latina y su categorización como “vocación, profesión u oficio”, si somos sinceros, no puede negarse. Evidencias: las acciones de gobierno que se adelantan, las contraproducentes vinculaciones entre los poderes públicos, las cuales se han tragado al principio de “separación y colaboración entre ellos”, pues están a merced del denominado “gendarme necesario”, en una perversa mezcolanza con la mediocridad, ante lo cual pareciera imprescindible volver a leer “El hombre mediocre”, de Jose Ingenieros, o por lo menos tener presente la sinopsis del viejo libro: “Existen dos tipos de individuos sociales. El superior y el otro (el mediocre y el inferior). El hombre superior es aquel que se eleva por encima de las determinaciones de la naturaleza y de la sociedad y erige su propio destino. El hombre superior se aferra a una fuerza que él cree trascendente aunque no lo sea: el Ideal. La contrapartida de este sujeto social sería el hombre mediocre y el hombre inferior. Estos llegan hasta desdeñar todo lo ideal y todo lo agradable, en nombre de lo inmediatamente provechoso. Su ceguera mental les impide comprender el equilibrio supremo entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría”.


La preocupación, lamentablemente, no es exclusiva del subdesarrollo, pues “los países calificados del primer mundo”, moran también en “la trilogía” (vocación, profesión u oficio), incluyendo a los EE. UU., a merced de agresivas campañas presidenciales, cuyos sinsabores involucran a toda la nación, preocupada por su destino. El guardián del mundo, con sus aprietos. Hace poco tiempo, improbable. Y en el contexto de los demás países con niveles definitivos de desarrollo, los gritos de preocupación son cada día más elevados.


Es indispensable, en la modesta opinión de este humilde escribidor, que nos preguntemos cómo dejamos de lado el camino equivocado. Y cuál es el que no adolece de ese cáncer.


Por: Luis Beltran Guerra